Ya nos lo decían en el cole leyendo el catecismo, a propósito del segundo más grande de los mandamientos de Jesús: “amarás a tu prójimo, como a ti mismo”. Y siempre se nos olvidó la segunda parte, la premisa más importante: “como a ti mismo”. Empecemos por ahí

En mi sentir, somos seres sociales por naturaleza y por tanto destinados a interaccionar unos con otros, de ahí la importancia del respeto –diría yo- con el que debiéramos tratar a los demás. Ahora bien, el condicional y la medida vienen en función del individuo: “ ámate, respétate, y así debes hacer con el otro, – por ese orden«. Es otras palabras, considero como nuestra crucial y primera tarea vital, la de aprender a querernos y cuidarnos con todo el mimo y la intención. Al fin y al cabo, somos la persona con la que vamos a vivir toda nuestra vida, y sí, moriremos rodeados de más o menos gente, pero moriremos solos. Así, sin anestesia, te lo digo, nos iremos tal como hemos venido: solos. Circunstancia que no debería causarnos pavor alguno, nada más lejos, debiéramos llegar a ese momento agradecidos y satisfechos de nuestro bagaje y de las personas que nos han acompañado en nuestro viaje: familia, amigos, parejas, experiencias, trabajos, golpes y bendiciones de vida…etc. El viaje no acaba aquí.

No sé tú, pero yo cuando me subo al avión para irme de viaje suelos ser de esas personas que hacen caso omiso a las indicaciones de emergencia de la tripulación. Sin embargo, recuerdo vívidamente -en una de las primeras veces que cogí un vuelo – como me impresionó esa parte dónde se escucha la voz en off: » en caso de despresurización de la aeronave, se descolgaran las mascarillas de oxígeno, y la persona adulta acompañada de un menor, deberá ponerse la mascarilla en primer lugar, y una vez de haberse asegurado su correcta colocación y uso, ponérsela también al niño». Me pareció indignante. ¡Vaya un despropósito! ¿Que egoísta, no?

Tomemos esta situación de emergencia, como ejemplo referente de actuación en nuestras vidas. Asegurarnos de cuidar nuestro bienestar individual en primer lugar, es condición si ne qua non, para posteriormente poder proporcionar nuestro apoyo al otro. En caso contrario, tal y como ilustra el ejemplo del avión; de poco sirve que el adulto le ponga la mascarilla al niño primero, si luego se queda sin oxígeno y falto de energía para poder protegerlo en caso de emergencia –en su momento lo entendí, sí. Así pues, si nos abandonamos y no velamos de nuestro reposo, nuestra energía, y bienestar, difícilmente seremos de gran ayuda para con los demás, ¿Cómo les cuidaremos de manera eficaz, si no sabemos hacerlo para con nosotros mismos?

Mucho me temo, que esto que parece tan simple y evidente, acontece en nuestro día a día sin apenas darnos cuenta. Así, de manera normalizada, anteponemos las necesidades de los otros a las nuestras de manera constante cada vez que decimos sí, a alguien o algo.  Hacemos oídos sordos cuando nuestro Interior, nos dicen resoplando por dentro: “no puedo, no quiero, estoy cansado…no me apetece en realidad…”, aun así, seguimos y decimos que sí a todo, y a casi todos –lo cual, déjame recordarte, no suele ser valorado en absoluto, llegando un punto que la demanda se convierte en norma.

Y así poco a  poco, gota a gota, muy probablemente lleguemos al final de nuestra jornada exhaustos, estresados y con energía cero disponible para resolver las necesidades personales de nuestra propia vida. Por todo ello, debiéramos  aprender a escuchar y a hacer caso a nuestro cuento, interior cuando nos hable, diciendo aquello de: «no, por favor«. Estaría bien probar, aunque solo sea una primera vez, probablemente nos sorprenda muy positivamente el resultado. Pues a veces, es mejor decir con una sonrisa un “No” al exterior, y un “Sí”  con amabilidad a nosotros mismos. Y no es porque lo diga yo, es sabiduría ancestral y un mandamiento universal que ya nos decían de pequeños:

                                                                                                                        “Amarás a tu prójimo, (pero) como a ti mismo”.