Quizás lo pienses y resuelvas, no se… ¿la vista? ¿el tacto?, ¿el oído, tal vez?. Obvio que los cinco sentidos que usamos en  nuestras interacciones son fundamentales para desenvolvernos en el mundo, me dirás. Ahora bien, hoy vengo a hablarte de mis dos innegociables en mi vida: el sentido del humor y el sentido común. ¡Voilà! Nada nuevo bajo el sol, pensarás, pero la cuestión es: ¿de verdad les sacamos partido? No lo creo, Darling…

Si te paras a pensar, el sentido del humor te ayuda a resolver y desdramatizar cualquier situación que en un primer momento hayas sentido como “mortal”. ¿Ejemplos? el carnet de conducir, un examen final, un primer viaje al extranjero, irte a vivir solo, una primera cita con alguien que te gusta … Ese miedo a la incertidumbre o al fracaso, nos hace pensar que nos vamos a morir… Ya sabes, esas situaciones que en su momento nos cortaban la respiración y ahora nos parecen bobadas y hasta nos reímos de ello.

En efecto, cada etapa de la vida viene cargada de nuevos retos que en ocasiones nos hacen “fibrilar” y casi entrar en parada cardiorrespiratorio, ¿verdad?. Pues bien, te animo a vivir con humor  esos momentos “¡me va a dar algo, no puedo!…”. Te invito a que pares y te plantees: “¿que es lo peor que me puede pasar? ¿Y aún con esas, que sería tan fatálico?”. En esos momentos críticos puedes hacerte la siguiente pregunta: ¿de aquí a 5 años esto me va a importar tanto? ¿esto realmente podría  descolocar toda mi vida? Si la respuesta es no, ya sabes, fuera. Si la respuesta es sí, sigue disolviendo el drama…¿lo sé con absoluta certeza????

¿Sabias qué el 90% de las cosas que pensamos y a las que tememos nunca ocurren? No lo digo yo, lo dicen los estudios, la mente es capaz de imaginar lo imposible; cosas que al final nunca pasan….y lo sabes. Es más, en alguna ocasión hasta podría habernos llamado Almodóvar para comprarnos la película que nos montamos en la cabeza sobre algo que luego no paso ni parecido…¿me equivoco?.

A todos nos da la risa, cuando alguien tiene una caída tonta, no podemos evitarlo… y en la mayoría de los casos -cuando no es algo grave, claro- al final, esa persona, acaba riéndose también. Recuerdo cuando mis padres me recogieron del hospital después de un gravísimo accidente de trafico que sufrí -de esos que te sacan en la tele- y esperando el ascensor, viendo el miedo que aún llevaban los dos en el cuerpo, me giré y les dije: “ !hay que ver la que tengo que liar para que vengáis a verme!”. Imaginad sus caras, primero estupefacción, y luego la risa de los tres. En definitiva, nada es eterno y como dicen las sabias abuelas no hay mal que cien años dure. Ese momento también pasará, así que mejor si le echas humor.

Por otro lado, aunque en el mundo del coaching existen técnicas y herramientas muy potentes para ayudarnos en los momento difíciles, existe un recurso infalible e intemporal que ha ayudado a la humanidad desde tiempos inmemorables a resolver problemas: el sentido común. Que paradójicamente suele ser le menos común de todos los sentidos…

A veces creo que el sentido común viene de serie en madres y abuelas que lo ven todo tan fácil y no fallan, oiga!. Me viene el ejemplo de la película Persépolis -altamente recomendable, por cierto. En la peli la protagonista se muestra muy afligida y acude a su abuela. Esta al descubrir que todo el mal que le aqueja a la nieta es por culpa de su relación sentimental, resuelve: “¡ah!, ¡que susto hija! pensaba que era algo realmente grave, menos mal, eso tiene fácil solución y se llama divorcio”. Ojo, que hablamos de una mujer en Irán en los años 70… y aun así como dice la abuela: “!tantas lagrimas por un divorcio, si eso tiene solución!”.

Efectivamente, en ocasiones nos enredamos en la mente, divagando entre pensamientos neuróticos y acabamos agotados perdiendo toda nuestra energía. Apliquemos el sentido común: reúne la información que tienes sobre el problema, pon sobre la mesa las posibles soluciones que existen, toma una decisión y listo. A veces, dejar pasar un tiempo el tema o exponerlo a alguien coherente y de confianza, ayuda a verlo con mayor perspectiva y objetividad.

¿Ya está?, ¿así de sencillo? pues suele ser así de fácil, si. El problema tal y como yo lo veo, suele ser más bien que lo que realmente nos da miedo y nos frena es tomar una decisión y asumir la consecuencia.  Admitámoslo, siempre es más fácil y cómodo vivir instalados en la  queja, la auto-compasión o la eterna indecisión, pues desde allí no nos mojamos, no nos equivocamos y no hay que hacerse cargo de las consecuencias.

Pero precisamente de eso trata la vida: de tomar una decisión tras y otra y vivir en base a  ello. La buena noticia es que a veces se gana y a veces se aprende; en realidad nada se pierde. En definitiva, cualquiera de los dos resultados será siempre el mas indicado para nuestro aprendizaje. Máxime si hacemos uso del sentido universal del humor, ya que como decía el gran maestro Chaplin:

”A fin de cuentas, todo en la vida es un chiste”.